Hasta hace poco Yantian ciudad manufacturera en el sureste de China, era un emblema del enorme auge en las exportaciones del país. Ahora, simboliza los problemas que China afronta para sostener su crecimiento.
La mano de obra barata, el acceso expedito a los mercados internacionales y un liderazgo diestro en los negocios contribuyeron a que Yantian se transformara en los años 90 de una aldea agrícola a un núcleo fabril con cerca de 150.000 habitantes. Para 1998, más de 400 empresas extranjeras se habían instalado en esa ciudad, produciendo electrónicos, juguetes y relojes de exportación. También se construyeron un campo de golf y un hotel de lujo para que los jefes de las fábricas se entretuvieran.
Ahora, la cantidad de firmas extranjeras en la ciudad ha descendido a unas 150. El alza en los costos laborales, la escasez de terrenos disponibles y la desaceleración de la demanda de los consumidores occidentales provocaron la quiebra de algunas fábricas, mientras que otras se mudaron a lugares más económicos. El número de trabajadores migrantes, que solían llegar en oleadas a Yantian se ha reducido a casi la mitad.
La acumulación de malas noticias han instigado a las autoridades de la ciudad a buscar nuevas fuentes de crecimiento, como inversiones inmobiliarias riesgosas.
«El sector exportador no tiene un futuro a largo plazo», opina Deng Zerong, el nuevo secretario del Partido Comunista en Yantian y, según una leyenda local, un pariente distante de Deng Xiaoping, es un ex líder conocido por abrir la economía china al mundo tras años de aislamiento.
Los desafíos de Yantian ofrecen una radiografía de los problemas que China afronta en este momento. Según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), el crecimiento del país descendió a 7,5% interanual en el segundo trimestre de 2013, frente a un máximo de 14,8% en el mismo lapso de 2007.
Durante décadas, el país más poblado del mundo utilizó una fórmula sencilla para acelerar su expansión. Combinó cantidades abundantes de mano de obra barata con una inversión fuerte en infraestructura y plantas nuevas, para liberar la energía económica que se desperdició durante los caóticos años bajo la conducción de Mao Zedong.
La inversión extranjera entró a raudales y China se convirtió en la fábrica del mundo. El crecimiento económico anual promedió 10% en las décadas de 1980, 1990 y 2000, según la ONE.
Pero ahora, el flujo de trabajadores con sueldos bajos se está secando y las inversiones en maquinaria nueva y otro capital no rinden tanto como antes.
La demografía juega un papel importante en este cambio de tendencia. La población en edad productiva se redujo en 2012, en parte debido a la política de hijo único que disminuyó la tasa de natalidad. Según proyecciones de las Naciones Unidas, entre 2010 y 2030, la fuerza laboral china perderá 67 millones de trabajadores, más que toda la población de Francia.
Con menos trabajadores disponibles, los salarios han subido, lo que ha llevado a algunos fabricantes a trasladarse a países rivales más baratos, como Bangladesh y Vietnam. El crecimiento de las exportaciones también se ha precipitado, desde un promedio de 30% entre 2003 y 2007 a 9,2% en los primeros ocho meses de 2013, según la Administración General de Aduanas.
La acumulación de problemas de China no quedó al descubierto inmediatamente. En gran parte fueron disimulados, después de la crisis financiera global, por los billones de dólares en crédito que el gobierno inyectó en la economía. Este estímulo mantuvo el motor de crecimiento en marcha mediante la construcción de vías férreas, carreteras y otros sistemas de infraestructura.
La economía china recientemente ha dado indicios de un repunte, gracias en parte a que una nueva dosis de dinero fácil ayudó a respaldar datos sólidos de producción industrial y otros indicadores clave.
Pero pocos creen que la economía reanudará su expansión meteórica. Muchos sostienen que, de no mediar una serie de reformas profundas, China pasará apuros para sostener su actual ritmo de crecimiento. Si bien el país sigue siendo el mayor exportador del mundo, está perdiendo poco a poco parte de su potencia. El alza en los niveles de deuda intensifican los vientos en contra.
Los economistas resaltan la urgencia de revisar el sistema que liga el acceso a servicios sociales para los 260 millones de trabajadores migrantes en China a su lugar de nacimiento. Las normas actuales exigen que vuelvan a casa para acceder a cuidados de salud, educación y otros servicios gratuitos. El sistema funcionaba bien mientras no hubiera otra ola de trabajadores jóvenes para reemplazarlos. Pero ese ya no es el caso.
La falta de apoyo a los trabajadores migrantes ha desatado un efecto dominó económico. Muchos de ellos gastan menos para ahorrar para servicios básicos que el Estado no cubre. El consumo doméstico en China ronda el 36% del Producto Interno Bruto (PIB), según ONE. Eso se compara con 70% en Estados Unidos. La conclusión: China depende de las exportaciones y la inversión gubernamental para impulsar su crecimiento.
Fuente: WSJ